miércoles, 23 de julio de 2014

La instauración de un nuevo Califato en Irak



¿Qué es un califato?

En estricto rigor, el "califato" se refiere al proceso de elección del líder religioso y político de los musulmanes en el mundo, el califa ("sucesor"), pero también al sistema de gobierno establecido tras la muerte de Mahoma en 632.
Debido a que el profeta de los musulmanes no dejó nombrado un sucesor, en aquellos primeros años del Islam se encuentra la raíz de la división que permanece hasta hoy entre sunitas y chiitas.
Los últimos creían que la sucesión tras la muerte de Mahoma debía seguir la línea familiar (en la persona del sobrino y yerno del profeta, Alí), mientras que los sunitas consideraban que el poder debía caer en manos de la figura del califa (el primero de ellos fue Abu Bakr, cercano compañero de Mahoma).
"La organización de un Estado bajo el califato es muy simple", explica Javier Rosón, experto en estudios islámicos de Casa Árabe en España y editor de la revista especializada Awraq. "Lo más importante es la figura del califa".


También implica la abolición de toda ley o norma no islámica. "Y por supuesto", dice el experto, "el seguimiento riguroso de la tradición islámica".
En su período de máximo esplendor, el imperio musulmán, con la figura del califa como líder, gobernó desde Medio Oriente y Asia Occidental hasta el norte de África y España.
Imperio Otomano
El último califato, el del Imperio Otomano, que se extendía por todo Medio Oriente y el norte de África, fue abolido por el líder turco Kemal Ataturk en 1924, tras un proceso de decadencia que incluyó la modificación de las fronteras de los territorios que ocupaba por parte de las potencias imperiales europeas.

Los sultanes -título de gobernante de un estado- otomanos estuvieron al frente del último califato de la historia.
Entre los límites que fueron redibujados estaban los de Irak y Siria, cuyas actuales fronteras fueron definidas por Reino Unido y Francia en 1916, mediante el acuerdo Sykes-Picot (por los apellidos de los diplomáticos de ambos países que lo negociaron).

Desde la disolución del Imperio Otomano el establecimiento de un califato gobernado por una estricta ley islámica ha sido el objetivo de muchos yihadistas y grupos islamistas.
En su período de mayor apogeo el imperio musulmán llegó hasta España.
Hassan al Banna, fundador de los Hermanos Musulmanes (ahora prohibidos en Egipto) en 1928, decía a sus seguidores que reunir a los musulmanes del mundo bajo un califato debía ser una prioridad.

El nuevo califato

El último califato que el mundo conoció fue el del Imperio Otomano, que se convirtió en historia tras concluir la Primera Guerra Mundial. Ahora el grupo Estado Islámico, que era hasta hace pocos días conocido como ISIS (Estado Islámico de Irak y el Levante, por su nombre en inglés) ha establecido unilateralmente un nuevo califato en las áreas que controla en Irak y Siria.
El Estado Islámico, que proclamó a su jefe Abu Bakr al Baghdadi como califa -ahora lo llamarán Califa Ibrahim- y "gobernante de los musulmanes allá donde estén", asegura que su dominio se extenderá desde Alepo en el norte de Siria hasta la provincia de Diyala en el este de Irak, donde regirá la estricta interpretación que el grupo tiene de la ley islámica.
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Y demandó a todos los musulmanes "jurar lealtad" al nuevo gobernante del flamante califato y "rechazar la democracia y otra basura de Occidente".

Sin respaldo

La del Estado Islámico "es una iniciativa de un grupo extremista sunita que no será reconocida por (la chiita) Irán y los musulmanes chiitas en general, ni por Arabia Saudita, (que aunque es de mayoría sunita) se ve a sí misma como custodia de los sitios más sagrados del Islam", dice Mohamed Yehia, del Servicio Árabe de la BBC.
"También será rechazada por los estados y comunidades musulmanes moderados", agrega Rosón, de Casa Árabe, acuerda: "su intención (del Estado Islámico) es gobernar la umma (comunidad de creyentes del Islam) mundial, pero eso no significa que este gobierno sea aceptado por el pueblo".
El Estado Islámico) no está interesado en tener una legitimidad popular de ningún tipo".
"Ellos creen ser", dice, "un pequeño grupo de revolucionarios que cambiará todo y que la gente eventualmente, les guste o no, tendrá que seguirlos".

Al Qaeda, ¿irrelevante?

En este sentido, el mayor peligro ante el avance del Estado Islámico lo enfrentan hoy, según Mohamed Yehia, "los países vecinos de Irak y Siria: Líbano, Jordania, Arabia Saudita; pero Irán no está en riesgo porque es una gran potencia militar chiita en la región y es capaz de acabar con cualquier amenaza territorial". La exigencia del Estado Islámico de que todos los musulmanes le juren lealtad pondrá en una posición muy difícil a grupos como al Qaeda, advierte Yehia, de BBC Árabe. "O bien sucumbirán ante (el Estado Islámico) o lo desafiarán y correrán el riesgo de quedar marginados ante el éxito (del Estado Islámico), volviéndose irrelevantes".


Fuente: BBC Mundo 30/06/14


EL IMPERIALISMO EN IRAQ.

Un belicoso líder de un gran imperio occidental invade a Iraq, supuestamente por cuestiones de seguridad nacional. Su joven sucesor anuncia su oposición a la guerra y la evacuación de sus tropas de Mesopotamia, la tierra entre los ríos Éufrates y Tigris.
En el año 117 d. C., Publio Elio Adriano, emperador romano recién proclamado (117-138), inauguró su reino al abandonar a Armenia, Mesopotamia y Asiria, las tres provincias creadas por su antecesor, Trajano (98-117), al oriente del Éufrates entre el 113 y el 116.
Adriano retiró todas las fuerzas romanas del actual Iraq para suprimir las violentas rebeliones que estallaron tras las victorias de Trajano frente al Imperio Parto de la dinastía arsácida, reyes de lo que hoy es en esencia Irán. Las rebeliones sacudieron todo el oriente romano, desde Mesopotamia hasta las ciudades con predominante población judía, como Alejandría y las urbes del Levante mediterráneo.
No obstante, el retiro de las legiones romanas de Mesopotamia no condujo a una paz duradera. En el 161, el rey de Partia, Vologases IV, anexó el reino de Armenia, hasta ese momento un estado vasallo bajo la influencia de los césares, e invadió la provincia romana de Siria.
La arremetida de Vologases evidenció que, como escribe el filólogo clásico Kenneth Harl, las ricas y populosas provincias del Imperio Romano oriental eran vulnerables al ataque de los móviles y rapidísimos ejércitos partos, a menos que Roma controlara a Armenia y las vías que atravesaban sus montañas. Esto, sin embargo, requería el dominio del norte de Mesopotamia, una tierra extensa y árida, donde los ríos y sus rutas comerciales permitieron el crecimiento de antiguas ciudades, como Edesa (Urfa, Turquía) y Nísibis (Nusaybin, Turquía).[1]

En el 162, Lucio Vero (161-169), coemperador junto a Marco Aurelio (161-180), lanzó una guerra contra Partia. Su general, Gayo Avidio Casio, les infligió a los partos amargas derrotas en Mesopotamia y, entre el 165 y el 166, capturó una de sus capitales, la ciudad helenística de Seleucia, y sitió otra: Ctesifonte, ubicada muy cerca de la futura Bagdad. Vologases fue obligado a implorar la paz y a cederle a Roma una parte significativa del norte de Mesopotamia.[2]

El resto de la zona pasó a manos romanas en el 198, tras la campaña que libró el emperador Septimio Severo (193-211), quien incorporó el norte de Iraq a la estructura política y militar del Imperio Romano y estacionó ahí legiones que permanentemente amenazaban el centro y sur de Mesopotamia, territorios que los romanos decidieron no conquistar.

Tras la caída de la dinastía arsácida en el 227, Shapur I, rey del nuevo Imperio Persa sasánida, logró invadir el Imperio Romano oriental, saquear a Antioquía, capital de la Siria romana, e inclusive capturar en batalla en el 260 al Emperador Valeriano, a quien Shapur utilizó como estribo para montarse sobre su caballo. Valeriano luego fue ejecutado.
Pese a estas humillantes derrotas, los romanos mantuvieron su control sobre el norte de Mesopotamia, e inclusive extendieron su dominio tras las campañas del César y futuro emperador Galerio (305-311) en el 298.
El fin del poder romano en Mesopotamia fue consecuencia de la desastrosa invasión del emperador Juliano el Apóstata (361-363), quien murió en combate con tropas persas en el 363, al retirarse de Ctesifonte a lo largo de la orilla oriental del Tigris. Su sucesor, el tímido emperador Joviano (363-364), buscando un cese de hostilidades para salir con su ejército de Iraq y legitimar su nombramiento, le cedió a Persia el norte de Mesopotamia en su totalidad.
El corto reinado de Joviano tuvo una influencia duradera. Como argumenta Harl, su rendición de Mesopotamia le abrió el camino a los ejércitos islámicos y al califato que destruiría al Imperio Bizantino, la segunda Roma, en 1453.[3]

Hoy como ayer.

En junio de 2014, el grupo militante Estado Islámico de Iraq y el Levante  proclamó la creación de un nuevo califato en Iraq, donde controla aproximadamente un tercio del territorio, incluyendo a Mosul, la segunda ciudad más grande del país, y la frontera occidental con Siria y Jordania. El más reciente Estado islámico surge tan solo tres años después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, retirara todas sus tropas de Iraq.
Tal como en el caso de Adriano, la medida de Obama, aparentemente sensata, condujo al desastre militar y a la necesidad de reocupar el territorio abandonado.

Daniel Raisbeck

* Este artículo fue publicado originalmente en Ámbito Jurídico.
[1] K. Harl. “The Roman Experience in Iraq,” en Journal of the Historical Society (7.2): 2007. 213-227. 215.
[2] M.T. Boatwright, D.J. Gargola y R. Talbert. The Romans: from Village to Empire: A History of Ancient Rome from Earliest Times to Constantine: Oxford, 2004. 398-399.
[3] Harl, 222.

Fuente: http://clasicosarchivohistoricour.org/

viernes, 18 de julio de 2014

La esclavitud en el Antiguo Egipto


Esclavos y condenados en el Antiguo Egipto

La esclavitud va unida al hombre y a todas las culturas del mundo antiguo. “Si hay un aspecto que podamos decir que caracteriza a todas las culturas del mundo antiguo éste es, sin duda, el de la esclavitud. La utilización del hombre por el hombre para que realice determinados trabajos a la fuerza es conocida prácticamente desde que empezamos a poseer testimonios escritos” 
De hecho, en los momentos más antiguos de la historia egipcia, la esclavitud supone un tema poco atestiguado. Así, las grandes pirámides de los monarcas de las Dinastías III y IV no se construyeron mediante ejércitos de esclavos, sino por los “fellahs” (agricultores arrendatarios).Además estos trabajos, eran una forma de cumplir sus deberes con el Estado. En un decreto de Micerino, en relación a los obreros que trabajaron en su pirámide, se comenta la siguiente: “Su Majestad no quiere que se tome ningún hombre a trabajo forzado, sino que todos trabajen a su satisfacción…”

Desde los primeros tiempos, los prisioneros de guerra serían considerados como una especie de ciudadanos de segunda o tercera categoría, aunque de ello no hay constancia hasta el Imperio Medio. Pero aún así, algunos de estos esclavos conseguían alcanzar puestos de confianza, e incluso la libertad.

Los esclavos egipcios recibían anualmente productos de primera necesidad, como lino o ropa, además de manutención y alojamiento. En el antiguo Egipto, los esclavos adquirieron ciertos derechos legales, puesto que eran considerados personas. Dependían de sus dueños para subsistir, pero no para su estatus legal, lo que les permitía intervenir en ciertas actividades, como testificar en un tribunal.

Existen testimonios que atestiguan que un esclavo podía llegar a poseer alguna propiedad, o incluso explotar un negocio. Por otra parte, sus amos podían castigarles, pero nunca disponer de sus vidas, al menos teóricamente, ya que sólo podían ser condenados a muerte por los sacerdotes; todo esto era consecuencia de la concepción del Maat y el respeto de esta idea hacia la vida humana. 
En varias inscripciones funerarias, se puede ver el Libro de los Muertos: “No cometí iniquidad contra los hombres. No maltraté a las gentes… No comencé el día recibiendo una comisión por parte de las gentes que debían trabajar para mí y mi nombre no llegó a las funciones de un capataz de esclavos… No empobrecí a un pobre en sus bienes… No perjudiqué a un esclavo ante su amo”

No obstante, la condición de esclavo, sobre todos los encargados de las tareas más duras, no dejaba de ser triste, mientras que los ocupados en la casa real, o en el servicio doméstico de particulares ricos, llevaban una existencia más agradable. Cabe también destacar, que los esclavos en Egipto gozaron, por norma general, de una situación social y humana considerablemente mejor que en la mayor parte de las culturas de la antigüedad

El final del Imperio Antiguo se caracterizó por el surgimiento de extensos dominios territoriales, propiedad de templos o de poderosos, que englobaban a una serie de campesinos y obreros, vinculados a la tierra y casi sin posibilidades de liberarse de este lazo. Aunque es cierto que estos elementos eran jurídicamente libres, en la práctica se hallaban en una situación de semilibertad o servidumbre, situación que perduraría durante toda la historia antigua egipcia, y en especial en las últimas Dinastías. 
En el Imperio Nuevo se dio la esclavitud a mucha mayor escala, al producirse guerras en el extranjero y movimientos de pueblos, con la consiguiente abundancia de prisioneros de guerra y refugiados en el valle del Nilo. Aparte del botín de guerra o donaciones reales, los esclavos podían adquirirse mediante compra a los tratantes que recorrían las ciudades, aldeas y mercados con su “mercancía”. 
Para salir de una situación de miseria, o para saldar alguna deuda, existía también la autoventa. Otra forma de ser esclavo, era por nacimiento, cuando la madre era esclava, aunque el padre fuese libre, y obviamente cuando ambos eran esclavos. También podían alquilarse por determinados periodos de tiempo y para trabajos específicos. A los esclavos se les permitía arrendar y cultivar un terreno en las mismas condiciones que un oficial del ejército, un sacerdote o un funcionario. Sólo bastaba, según parece, la declaración del amo ante testigos, para hacer del esclavo “un hombre libre en las tierras del faraón”.

No obstante, los súbditos más desventurados del faraón, aparte de los esclavos destinados a las tareas más duras, eran los delincuentes, entre ellos oficiales o funcionarios hallados culpables de graves crímenes y corrupciones; se les desterraba a los lugares fronterizos más solitarios, o peor aún, enviados al Sinaí o a Nubia para realizar trabajos forzados, a menudo después de haberles cortado la nariz. Del trato que recibían estos desgraciados, existen variadas descripciones, la mayoría de ellas estremecedoras.

Como hemos podido ver, si bien la situación de los esclavos no era idílica, no llega al nivel desvirtuado que desde siempre se nos ha mostrado. Teniendo en cuenta su estado jurídico, no estaban en las condiciones de sus homólogos del resto de civilizaciones antiguas. De la misma forma, tampoco estaban a muy distinto nivel de los ciudadanos egipcios de estrato social bajo Y es que según Cyril Aldred en Los Egipcios: “La demarcación entre el esclavo y el ciudadano no era muy rígida. El esclavo personal de un egipcio de alta categoría sería mucho más importante que los campesinos indígenas”

Fuente: http://lahistoriaheredada.wordpress.com/2014/07/17/esclavos-y-condenados-en-el-antiguo-egipto/

domingo, 13 de julio de 2014

La llanura del Rio Orinoco


La  región de Los Llanos ocupa la faja central de Venezuela, y abarca un área de unos 300000 km2. Se extiende desde el macizo de los Andes, al oeste, hasta las bocas del Orinoco, al este, a lo largo de más de 1300 Km. y con una anchura que oscila entre los 100 y los 400 Km. 

Si los Andes impresionan por la majestad de sus cumbres cubiertas de nieves perpetuas y el ascenso enérgico de las cordilleras sobre las llanuras inmediatas, Los Llanos resultan igualmente impresionantes para el viajero que los recorre y los ve extenderse hasta el horizonte, sin que presenten apenas cambios visibles en su relieve durante muchos kilómetros de extensión. Con la excepción de algunas alturas aisladas, como las de El Baúl y las mesas más altas de los Llanos orientales, toda esta gran región es una llanura ancha, muy plana o suavemente ondulada, que va descendiendo de norte a sur y de oeste a este. Junto a la serranía del Interior, al norte, y al pie de los Andes, al oeste. Alcanzan unos 200 m. de altitud, pero van disminuyendo imperceptiblemente hacia el Orinoco, con un desnivel tan pequeño que ha sido calculado en unos setenta centímetros por kilómetro. 

Dentro de esta vasta región es posible diferenciar tres subregiones: Los Llanos occidentales, los centrales y los orientales. En ninguna otra región de Venezuela poseen los ríos mayor significación geográfica que en los Llanos occidentales. Todos ellos pertenecen a la red fluvial del Orinoco y constituyen un elemento fundamental tanto del paisaje natural, que han contribuido a crear, como del paisaje cultural, ya que a lo largo de sus cursos se concentra la población y siguen siendo las principales vías de comunicación. Apure, Caparo, Guanare, Portuguesa, Cojedes, Arauca y Meta son los principales cursos fluviales de esta subregión. Desde el punto de vista del relieve y el drenaje, Los Llanos centrales difieren notablemente de los occidentales. En ellos es posible distinguir dos unidades geomórficas diferenciadas: Los Llanos de Calabozo y la cuenca del Unare. En los primeros, que ocupan la sección occidental de la subregión, el relieve es más accidentado que en Los Llanos occidentales. Al norte, la erosión diferencial ha dado origen a colinas y cerros residuales, constituidos por las rocas más resistentes. Por el contrario, hacia el sur el relieve se va suavizando cada vez más. Los Llanos orientales, en su mitad occidental, están dominados por las mesas, cuya altitud oscila entre los 180 y los 215 m y que presentan un ligero declive de norte a sur. Estas mesas sirven de divisoria de aguas entre la cuenca del Unare y la vertiente oriental de Los Llanos de Monagas, hacia donde corren los mayores  ríos de la región: Guanipa, Morichal Largo, Tigre, Caris, etc.

El régimen climático

El régimen climático de Los Llanos es el de sabana. Se caracteriza por tener temperaturas altas durante todo el año; la media del mes más frió se sitúa por encima de los 18°. En cuanto a las precipitaciones, existen dos estaciones contrapuestas: la de las lluvias, de mayo a noviembre, y la seca, de diciembre al mes de abril. Esta distribución es un factor decisivo en el proceso de la vida y en las actividades económicas llaneras. La sucesión de la estación lluviosa, proclive a inundaciones y paralizadora de casi toda la actividad en grandes sectores de la región, y la sequedad agobiante de la estación siguiente han sido descritas dramáticamente por numerosos escritores, geógrafos y exploradores. Entre los primeros, es memorable Rómulo Gallegos, cuya Doña Bárbara es, por antonomasia, la novela de Los Llanos

Vegetación y fauna

La sabana es la formación vegetal dominante en Los Llanos. Aunque con este término se identifica generalmente al paisaje de las llanuras extensas y sin árboles, en el que predominan las gramíneas, en Los Llanos no hay áreas mayores de diez kilómetros cuadrados desprovistas de árboles. Pequeños bosques, denominados matas, interrumpen la extensión herbácea, sobre todo, los "bosques de galería" que se prolongan a lo largo de los ríos. En estos bosques son característicos los morichales; la palma moriche, que les da nombre, constituye un recurso de muchas aplicaciones. Su fruto es una valiosa fuente de aceite, sus hojas proporcionan fibras textiles y su madera es muy apreciada para la construcción. Pero el rey de los árboles llaneros es el araguaney, árbol nacional de Venezuela, cantado por Rómulo Gallegos. Alcanza hasta diez metros de altura y florece cuando pierde las hojas, en la estación seca. Antes de la introducción de la ganadería vacuna y caballar por los colonos españoles, las llanuras herbáceas de las sabanas sostenían una población animal muy numerosa. Todavía a principios del siglo XIX, en Los Llanos pastaban grandes manadas de venados y de chigüires, cuya presencia era, a su vez, sostén de millares de jaguares y de pumas. Actualmente, la fauna de mamíferos es muy reducida. Las aves, tan numerosas en otros tiempos, subsisten aún, pero su número también ha decrecido. La fauna avícola llanera, en la que abundan las garzas y los patos es en gran parte migratoria, y la estación de las lluvia; es su periodo de mayor concentración, en las zonas inundadas.  

Fuente: http://www.mediateca.cl/